Con este Blog abro un camino de confluencia entre mis escritos literarios y los pedagógicos. El escritor y el maestro juntan sus voces para lanzar un mensaje alto y claro: Sí, es posible el pasaje hacia un mundo mejor... ¿Seguro? ¡Segurísimo! Ahora bien, desde ya te digo que no basta con querer creerlo, hay que creer... Creer en la filosofía de vida relatada en Goig o en la mostrada por la Escuela de la Alegría es un punto de arranque... Quizás no será el ideal, quizás tampoco el mejor, pero es necesario dibujar unas líneas en el horizonte si de verdad queremos partir hacia algo. Si no has leído nunca mis escritos seguramente te perderás ante mi seguridad. Si así es te convido a leerlos. Puedes hacerlo aquí o, si me lo requieres, te los mando por mail. Pero si ya eres lector/tora habitual entenderás muy bien hacia donde quiero ir... Y si en verdad piensas como yo te invito a quedarte... ¿Te gustaría ser ciudadano de Goig? Ya te explicaré como... ¿Para qué? Quien sabe, pero, ¿no dicen que la unión hace la fuerza? ¿Probamos? Sea cual sea tu opción mil gracias por tu visita y ya sabes: vuelve cuando quieras.

En la Tierra de Nunca Quizás. La Nación de Goig. EL VIDEO PROMOCIONAL

lunes, 1 de noviembre de 2010

Vieja historia para una vida nueva...

PASAJE HACIA UN MUNDO MEJOR

EN LA TIERRA DE NUNCA QUIZÁS. LA NACIÓN DE GOIG (26)

Una historia que concluye y una vida que se abre...



4. EPÍLOGO: De cómo un profesor de Historia propuso a su familia partir con el tren de medianoche hacia la Tierra de Nunca Quizás...

Transcurrieron al menos 10 minutos hasta que Arnau pensó en cerrar el libro. Con la mirada perdida en la pared de enfrente y una taza de café en la mano permanecía aun absorto en sus pensamientos cuando escuchó:

- ¿Te encuentras bien?

En la mesa de enfrente había dos chicas jóvenes. Al parecer se habían fijado en él pues era una de ellas la que preguntaba. Arnau se sonrojó al responder:

- Sí, perdona. Estoy bien, perfectamente... Estaba pensando... El libro...
- Parece muy antiguo. Debe ser bueno. Hace rato que llegamos y nos has levantado la vista para nada...
- ¿Bueno? No sé, es impresionante. Lo empecé hace... –y Arnau miró su reloj- Dios, ¡hace 6 horas! ¡Y en casa me esperaban a comer! Uau, debo irme...

Arnau se levantó rápido y fue directo al mostrador para reclamar la cuenta. Al pasar por delante de las chicas se dio cuenta de como le sonreían llanamente. Era una tentadora ocasión para establecer un diálogo, pero hoy el joven no estaba para esos asuntos. Quizás otro día las encontraría...
De camino para casa Arnau hizo un repaso visual del tiempo transcurrido desde que comenzó la lectura del libro y se dio cuenta de que todos sus actos habían sido irracionales: como un autómata bajó del tren en su estación, anduvo cuatro pasos hasta llegar a la cafetería, se sentó, pidió un café y..., siguió leyendo.
¿Cómo no le había llamado su padre? Pero no, claro, imposible... Cuando salía a pasear por Barcelona solía apagar el móvil... En casa debían estar todos preocupados. Arnau encendió el móvil y, sin parar de andar, llamó:

- ¿Papá? Sí, lo sé... Perdona, pero me salió algo y hasta ahora no me di cuenta de que tenía el móvil apagado. Estoy en camino, ¿vale? En cinco minutos llego.

Colgó la llamada con una sensación extraña. Aunque su padre intentó disimularlo con una queja abierta, para nada le pareció que hubiera estado preocupado. ¿Y esa observación? “Será que encontraste un buen libro...” Bueno, total, en eso nunca iba a entenderlo: a veces su padre parecía que supiera lo que él estaba pensando. ¿Telepatía? Papá siempre lo razonaba diciendo que sus formas de ser eran muy parecidas.
Cuando llegó a casa Arnau no tenía demasiadas ganas de dar explicaciones, así que escondió el libro, los saludó a todos e informó que estaba agotado y se iba a echar una siesta. Luego, ya en su habitación, puso su música flojita y, tumbado en la cama, se dedicó a releer distintos pasajes del libro, aquellos que recordaba más le habían entusiasmado. ¿Era esa la palabra? No, acaso removido...
Era todo tan chocante: leyendo ese libro Arnau se sintió en todo momento acompañado, era como si su vida estuviera de alguna forma metida allí. Por otra parte ese sentimiento le había removido internamente un montón... Él se consideraba un apasionado lector, y no sólo de libros de historia: novela, ensayo, poesía,... Evidentemente, si quisiera emitir una valoración literaria, ese no era el mejor texto que había leído. Pero nunca ningún otro libro lo había atrapado tan..., tan, desde dentro, tan internamente. En Arnau, mientras repasaba los fragmentos, crecía y crecía una duda: ¿estaba realmente con el apasionante viaje a Goig replanteando muchas cosas o simplemente constataba aquello que siempre supo pero no se atrevía a creer?
Sonaba esa canción en el reproductor: “You raise me up”, de Westlife. Arnau cerró entonces el libro y sus ojos y se dejó llevar... Al terminar de escucharla lo supo: si algo tenía claro, muy claro, era que no iba a devolver el libro. En una semana salía un tren y él iba a cogerlo.
Era ya casi la hora de cenar cuando Arnau salió de la habitación para buscar a su padre. Estaba con su mujer, Paz, en el sofá, compartiendo el visionado de un libro ilustrado.

- Papá, me gustaría hablar contigo a solas...
- Cenaremos en diez minutos. ¿Quieres ahora o después de cenar?
- Mejor después, así tendremos más rato. Quería explicarte algo...

Las reuniones familiares durante las comidas solían ser muy amenas. Las conversaciones eran abiertas y a todos les gustaba participar en ellas. Pero esta vez Arnau seguía muy ensimismado y, lógicamente, se mostró poco participativo. Su hermana Anna se dio cuenta enseguida e intentó animarlo, pero no lo consiguió.
Terminada la cena Arnau y su padre se encontraron en la habitación del chico.

- ¿Te pasa algo, cariño?
- ¡No! No te preocupes, todo va bien. Solo que... ¿Cómo te lo explico? Esta mañana, paseando por el Barrio Gótico de Barcelona encontré una librería que nunca antes había visto. Eso, de entrada, ya resulta raro, pero es que... ¿Sabes? Allí tenían un libro muy especial...

Arnau sacó entonces el libro y se lo dio a su padre...

- “En la Tierra de Nunca Quizás. La Nación de Goig”. ¡Vaya título! Parece interesante... ¿Ya lo leíste?
- Sí, por eso tardé tanto en aparecer por casa. No podía dejarlo y necesitaba estar solo.
- Y, ¿te gustó?
- ¿Que si me gustó? Me fascinó... Pero no se trata de eso. Mira, iré al grano: ese libro no lo compré. El señor de la tienda no quiso vendérmelo. Pero me lo prestó, aunque puso una condición: si en una semana tomaba el tren para Goig podía quedarme el libro, si no tenía que devolverlo.
- ¿El tren para Goig? No entiendo...
- Es que deberías leer el libro. Sí, ya sé que resulta increíble, pero en él se describe la tierra prometida, en el se narra una historia muy hermosa que se desarrolla en Goig. No, no deberías, debes leerlo. Vaya, creo... Me gustaría que todos aquí en casa lo leyerais. Si lo hacéis estoy seguro que más de uno tomaréis ese tren conmigo.

Su padre le miró fijamente a los ojos. Luego le cogió de ambas manos y, hablando muy pausadamente, respondió:

- Yo no debo leerlo, Arnau, pues ya lo leí.
- ¿Cómo? ¿Lo leíste ya? ¿Dónde? ¿Cuando?
- ¿Te fijaste que en ese libro no aparecen ni autor ni editorial? Ese libro es el documento original encuadernado. Ese libro lo escribí yo...
- ¿Tú? Papá, no me digas...

Su padre asintió con la cabeza y luego le abrazó fuerte. Eso no era nada inusual, pero esta vez para Arnau fue muy especial. Sintiendo el cariño de su padre empezó a comprender...

- Tú... tú eres Raimon, ¿verdad?
- Cierto. Me bautizaron en la Catedral de Barcelona con dos nombres de pila: Miquel y Raimon.
- Y Teresa es... ¿Paz?
- Esa mujer a la que nunca llamasteis por su nombre.
- Y tu largo viaje a África no fue tal...
- Estaba en Goig.
- Pero, entonces, no entiendo... ¿Fue casualidad que yo encontrara ese libro hoy?
- No, yo lo dispuse así.
- Y, ¿por qué no me lo diste directamente, sin más?
- Mira, cuando regresé de Goig me puse a escribir este libro. A los cinco meses lo terminé y lo pasé a mi Agente Literario. Juan Alberto. ¿Te acuerdas de aquel señor del Norte, de Gijón, que cenó en casa hace años? No, claro. El libro se publicó a los tres meses y fue un rotundo éxito. ¿Recuerdas que al poco tiempo de publicar uno de mis libros nos cambiamos de casa? Y un ejemplar de ese libro está en la librería de casa, en la sala de estar, luego podrás comprobarlo. Ha estado siempre allí y tú, que eres un entusiasta amante de la lectura, nunca lo leíste. El destino tienes esas cosas, y yo siempre supe que tú serías el primero de mis hijos en saber la verdad, en descubrirla. Pero conociéndote como te conozco sabía también que esa luz no debía venir hacia ti, tú debías ir a su encuentro. Tú debías encontrar el libro, no él a ti. Y así ha sido.
- ¿Por qué yo, papá?
- Porqué sé que ya estás preparado para afrontar ese viaje y porqué siento que necesitas hacerlo.
- ¿Más que Aleix?
- Tu hermano mayor es un grandísimo hombre y una bellísima persona. Pero él tiene una forma diferente de encarar la vida, ni mejor ni peor, diferente. Aun así yo creo que llegará ese día y Aleix, aunque sea por curiosidad histórica, hará ese viaje.
- Y Anna es aun muy pequeña, ¿verdad?
- Verdad.
- Así, no me pondrás ningún problema para que tome ese tren.
- Al contrario, estaré encantado...

Arnau se dio cuenta de que en su última respuesta a su padre le tembló la voz. Recuperando el abrazo recuperó su mirada y constató que sus ojos se habían encharcado de emoción. Arnau le besó en la mejilla y luego le susurró en el oído:

- Te quiero tanto, papá.
- Y yo a ti, vida. A los tres. Fuisteis, sois y seréis hasta el fin de mis días mi más gran pasión.

Y aquí concluyo la historia, mi libro, el tuyo, si quieres. Si me vieras a través del tiempo aquí, tecleando mis últimas palabras antes de cerrar los textos, percibirías una balsa de emotividad en mi mirada. Poder cerrar este para mí precioso libro con una declaración de amor paternal es algo realmente sublime. Así soy y así me muestro. Así quiero sea mi vida y no dejaré de luchar un sólo día para mantener esa paz que encontré en Goig. Si en algo pude llegar a ti déjame sellar mi final con un mensaje: no dejes jamás de creer en un Nunca Quizás y, cuando llegue tu momento, toma ese tren. En Atocha, en Sants o... En la puerta de tu corazón o en la ventana de tu alma soñadora está la estación, tan sólo debes subirte...

Miquel Raimon ...

No hay comentarios:

EN LA TIERRA DE NUNCA JAMÁS. LA NACIÓN DE GOIG. Lee el libro online por capítulos.