Con este Blog abro un camino de confluencia entre mis escritos literarios y los pedagógicos. El escritor y el maestro juntan sus voces para lanzar un mensaje alto y claro: Sí, es posible el pasaje hacia un mundo mejor... ¿Seguro? ¡Segurísimo! Ahora bien, desde ya te digo que no basta con querer creerlo, hay que creer... Creer en la filosofía de vida relatada en Goig o en la mostrada por la Escuela de la Alegría es un punto de arranque... Quizás no será el ideal, quizás tampoco el mejor, pero es necesario dibujar unas líneas en el horizonte si de verdad queremos partir hacia algo. Si no has leído nunca mis escritos seguramente te perderás ante mi seguridad. Si así es te convido a leerlos. Puedes hacerlo aquí o, si me lo requieres, te los mando por mail. Pero si ya eres lector/tora habitual entenderás muy bien hacia donde quiero ir... Y si en verdad piensas como yo te invito a quedarte... ¿Te gustaría ser ciudadano de Goig? Ya te explicaré como... ¿Para qué? Quien sabe, pero, ¿no dicen que la unión hace la fuerza? ¿Probamos? Sea cual sea tu opción mil gracias por tu visita y ya sabes: vuelve cuando quieras.

En la Tierra de Nunca Quizás. La Nación de Goig. EL VIDEO PROMOCIONAL

lunes, 1 de noviembre de 2010

Dibujar el amor eterno en un compartir vivencias...

PASAJE HACIA UN MUNDO MEJOR

EN LA TIERRA DE NUNCA QUIZÁS. LA NACIÓN DE GOIG (22)

Elamor eterno se dibuja en un compartir vivencias...



3.2.12. Un himno a la felicidad: De cómo se sella en mil encuentros la esencia de una vida compartida...

La Posada del Amor que eligieron Raimon y Teresa para su Encuentro era un bungalow de madera muy sencillo pero muy acogedor que se levantaba en la platea de un escenario realmente idílico. Una sola sala y un baño bastaban para convivir ese maravilloso trance hacia la libertad que ambos se habían propuesto. Una gran cama, claro, un sofá de tres plazas enfrente del ventanal principal, aquel que daba al océano, a la playa, al agua, al cielo, a la puesta de sol... Una mesa parada con un blanco mantel bordado con hilo color crema, vajilla y cubiertos y un variado juego de velas aromáticas, pues allí no llegaba la electricidad. Dos sillas, una alacena bien surtida de alimentos, una pica, un calentador y una cocina de butano y..., poco más. Sí, quizás cabe destacar esa gran bañera llena de posibilidades, más allá de las higiénicas...
La casa se situaba en la salida de un frondoso bosque mediterráneo: muchos pinos, algunos robles, encinas, ... La frontera entre la arboleda y la arena de la playa destacaba por un alfombrado verde decorado en relieve con flores silvestres rebosantes de tonalidades coloreadas y aromáticas. Una tenue duna hacia de valla, se convertía en el vestíbulo de una cerrada cala de arenas casi blancas de grano más bien pequeño. Enfocando al horizonte se vislumbraba en primer plano una redondeada y amplia laguna de agua salada que entraba con más o menos fuerza por una boca estrecha del ancho mar pero que con sus dimensiones repartía su empuje de forma que a la playa únicamente podían llegar aplanadas y sutiles olas que se limitaban a recordar a los bañistas su poderoso origen.
Las temperaturas de aire y agua eran cálidas y afables, ¿cómo no?, e invitaban a dejarte acariciar y mojar la piel en su más pura e inmaculada desnudez. Y así solía pasar, pues en Goig los parajes reservados a Posadas del Amor eran respetados de forma consensuada y estricta: nunca llegaban invitados sorpresa...
En ese extraordinario y privado nido de la naturaleza era fácil crear un hogar, aunque sólo fuera por pocos días. Sin pretender entrar en demasiados detalles íntimos no puedo obviar algo que de no expresarlo podría resultar hasta extraño: cuando a un hombre y una mujer que se aman les das un colchón rebotan su pasión hasta llegar al techo; si les das un prado pastarán su ternura hasta agotar el último herbaje de fuerza...; si les ofreces el paraíso, uf, cuesta poco imaginarlo, ¿verdad?
Teresa y Raimon hicieron el amor, vale, lo diseñaron, sin regatear tiempos ni medios, sin ahorrar deseos ni voluntades, sin más debate previo que el que inician el beso con el beso, la caricia con el sensual despertar de los sentidos, el abrazo con la excitación del contacto, ... Se dio en la cama, claro, pero se trazó en la bañera, se esbozó en el prado, se delineó en la arena y, qué maravilla, pudo perfilarse también en el agua... Resultaría impertinente mencionar las veces que aquí y/o allá, el cómo y el cuando...
Pero en la acequia que puede regar de esperanza una relación se dan tantas cosas, tantas... Pues en el despertar cada mañana sintiendo la presencia de la persona amada, en el beso de buenos días, en la premura por levantarte y preparar el desayuno o en la pereza de dormitar un rato sintiendo el roce de esa piel ya tan tuya, su calor..., se hace el amor, aunque en realidad no haya.... No haya, ¿qué? ¿Penetración? Vaya palabreja... ¿Posesión? Suena a pertenencia, ¿verdad? ¿Riego interior? Ja, ja, ja... Ni que fuera ella un ficus enano... ¿Qué decir? Pues lo usual “follar”, “fornicar”, “relaciones sexuales”, ...está tan mal gastado. A mí particularmente me gusta el término simbiosis, pues en el puede ir la unión de organismos para obtener un beneficio común. ¿Sabes? Existe un concepto aún más romántico: la “simbiogénesis”, que significaría la unión de dos seres para convertirse en uno... Pero, ¿a ver quien es el guapo que le dice a su pareja “vienes a simbiogenetizar conmigo”? Glups, tampoco... Pues nada, seguiré usando el término “hacer el amor”.
Vale, perdón, me enrollaba solo... La cuestión radicaría en expresar alto y claro el siguiente mensaje: si Teresa y Raimon estuvieron cinco días en la Posada del Amor durante esos cinco días, aunque sólo “simbiogenetizaran” la mitad del tiempo, estuvieron haciendo el amor.
Se acostaban, lo cual resulta un decir, casi tras la caída del sol. Si luego volvían a levantarse para ver las estrellas o para darse un baño sería otro contar. Se levantaban, o mejor dicho se despertaban, casi con la salida del sol. ¿El desayuno? Todos los días en la cama. Un día sorprendía Teresa a Raimon. Al siguiente era al revés. Luego, durante la mañana solían sentarse en el prado, bajo la sombra de un árbol, y charlar, charlar y charlar... Había tanto que contar. Nada menos que dos vidas. Cuando les apetecía bajaban a la playa y jugaban en la arena o se bañaban en el mar y nadaban, buceaban o...
Ambos dejaron su reloj en la entrada a la llegada: el tiempo no debía importar. Lo esencial debía ser la vivencia, hacer y compartir en cada momento aquello, por muy bobo que fuera... Una tarde se pasaron casi dos horas ensayando una escena muy típica en muchas películas: hombre y mujer se descubren, desde la lejanía, en una playa, y corren ansiosos por encontrarse, a cámara lenta, ávidos por abrazarse... Claro que ellos lo hacían desnudos y cuando no pasaba uno de largo, pasaba la otra, o era tan fuerte el salto que acababan tumbados y... Bueno, sin más detalles. ¡Como se rieron!
Una noche cuando Teresa entró en casa después de un paseo solitario, que también se daban, se encontró con el parquet casi forrado de flores. En el centro de la sala, envuelto con el cubrecama enlazado, había un regalo. Era Raimon, claro... Aquella noche usaron la cama sólo para dormir.
A veces comían en la mesa, otras en el prado, otras en la playa. ¿Siestas? Vaya preguntita. Mejor ahorrar comentarios... ¿O quizás alguien duda que la mejor guinda para la tarta de un nutritivo orgasmo es reposar, descansar e incluso dormitar en un abrazo muy, muy tierno?
El sentido del humor, la ironía, la risa... Desde que se conocieron ese fue un ingrediente muy presente en la relación que fueron cultivando Teresa y Raimon. En el diálogo, en el gesto, en el acto y, ¿cómo no? en el juego... El juego no debe concluir con la niñez. Podría decir que el adulto que no sabe, que no puede o quiere jugar se vuelve viejo sin remedio. Pero mi sensación es que estaría faltando al respeto a la vejez... No, la vida es también juego y suele ser en la alegría de jugar donde más risas recuperamos para nuestro estado anímico. Y sí, pues reír es vivir y aquel que no lo entienda se convertirá en un zombi, en un transeúnte del paso de la muerte hacia la muerte.
Raimon, la verdad, casi no tenía cosquillas, pero Teresa... Uy, Teresa era muy sensible... En la complicidad de ese juego vital ambos establecieron un código muy divertido: Raimon iba a respetar siempre a Teresa. ¿Siempre? No, claro. Si Raimon decía las palabras mágicas “pilla, pilla la cosquilla” se abría la veda, el coto de “caza”... Y como corría Teresa, y como de divertida llegaba a ser la persecución, el ataque, la venganza, a veces la rendición y a menudo el pago del rescate...
El ser humano lleva implícitos muchas cualidades, grandes y pequeños tesoros que pueden llegar a distinguirle de los animales. Sí, ya sé que escribí “puede”. ¿Por qué? Cosas mías. ¿Que por qué? ¿Otra vez? Nada, es que a veces tengo la sensación de que puede ser más persona mi perra que muchos... Da igual, sigamos. Entre esos tesoros hay uno bellísimo al cual intentan educarnos, sobretodo a los hombres, para renunciar: la sensibilidad. Conmigo no lo consiguieron y ando con ella más contento que unas pascuas. Con Raimon tampoco, parece ser... En eso y en muchas otras cosas, que no en todas, era clavadito a Teresa... Él era de esos raros especímenes que se emocionaba con una escena romántica o triste de una película, que podía escuchar doce veces seguidas una canción simplemente porqué le incitaba a soñar, que podía guardar una flor de magnolia en el bolsillo durante un día sencillamente para poder ir recordando su olor...
Teresa y Raimon vivieron en la Posada del Amor una vida más larga y fructífera que la que para algunas personas desarraigadas pueden suponer 50 años de “madurez”. Fueron tantas las vivencias, tantos los encuentros... Pero entre todos los recuerdos quizás hubo uno que destacaría, uno que quizás abrió definitivamente el grifo de esa nueva vida que iban a construir juntos... ¿Que a lo mejor lo que hizo fue cerrar el cauce del pasado para ver nacer el afluente del futuro? Quizás, pero la verdad las dos posibilidades llevan a lo mismo... En su primera relación íntima, la primera vez que hicieron el amor, vaya, ese encuentro que tan ricamente describió Raimon en su texto del capítulo anterior, ocurrió algo que en la descripción se omitió. Seguramente para la pareja resultó una joya tan privada que no la quisieron plasmar en otro lugar que no fuera sus corazones. Pero yo creo que debo contarlo, desde el respeto y, ¿por qué no?, desde la admiración... En su primer Encuentro Teresa y Raimon consiguieron algo que suele ser muy difícil: juntar los orgasmos. Llegaron al cielo al mismo tiempo y así consta en su relato, pero allí se omite aquello que luego produjo en los dos: el llanto de la felicidad.
Hay personas que morirán sin haberlo experimentado nunca. Cuando la alegría inmensa choca con la emoción profunda se produce ese llanto, esas lágrimas que brotan de muy adentro para regar una risa, para rociar de agradecimiento una buena nueva, un triunfo, un... El nacimiento de un hijo lo produce. Es realmente increíble, inolvidable, yo creo que, seguramente más para un padre que no lo llevó dentro, con ese llanto de felicidad se sella para siempre la unión, el vínculo eterno de la paternidad asumida. Cosas de uno... Leyendas que uno cree... Y creo también sinceramente que con ese llanto de la felicidad compartido Teresa y Raimon sellaron inconscientemente ese amor eterno que tanto anhelaban: se emocionaron, sí, y se fundieron en un abrazo que soldó sus almas para siempre. Luego, con sus besos secaron todo rastro para trasladarlo con celo y mucho cariño al baúl de los recuerdos imborrables.
Durante la segunda tarde los dos enamorados se pusieron a construir juntos un castillo de arena. Raimon había empezado mientras Teresa tomaba un poco el sol pero al poco rato a ella le pareció divertido ayudarlo. Iban levantando, cada uno por su lado, torres, muros, plazas, túneles, ... Estuvieron un largo tiempo callados, trabajando, pero el silencio se truncó cuando Teresa observó que Raimon había detenido su obra y, sentado en la arena, miraba la fortaleza sin seguramente ni verla.

- ¿Qué piensas, vida?
- Nada importante.
- ¿Te preocupa algo?
- Bueno, sí, pensaba en cuanto tiempo pasará antes de que podamos construir nuestro propio hogar. Tú tienes tu vida, yo la mía, vivimos muy lejos y... No sé.
- Yo sí sé. ¿Sabes? Esta vez la respuesta voy a tenerla yo. Un verdadero hogar depende más de los vínculos que de las paredes. Eso que estamos edificando aquí no es ni mucho menos un castillo de arena. ¿Tú sabes lo viva que me hace sentir el poder amarte y que me ames? ¿Tú sabes lo fuerte que me siento? No, cariño, nuestro propio hogar se está construyendo ya. Tiene unos fundamentos muy sólidos y numerosas oberturas por donde va entrando un aire fresco, renovador, y a la vez cálido, muy acogedor. Te voy sintiendo tan adentro mío que dudo mucho pueda nunca ya renunciar a ti. Y sí, el hogar, está aquí –Teresa cogió la mano de Raimon y la acercó a au pecho, justo allí donde su corazón le había recibido tan bien – Te amo tanto, vida, y me siento tan amada. Lo sé, no podremos ni querremos mover nuestras vidas en poco tiempo, pero las iremos acercando poco a poco, y no dejaremos de encontrarnos, y no dejaremos de querernos. Sólo saber que existes, que estás, poder recordarte y poder desear cada día volver a tenerte, ¿no es eso un primer piso del hogar de mis sueños?
- Lo es, seguro. Tienes toda la razón: la mejor compañía se hace sentir incluso en su ausencia.

En Nunca Jamás existe un mito que día a día va convirtiéndose más y más en una religión: la felicidad no es más que un sentimiento puntual. Se asimila la felicidad al momento, al hecho, al acto, a la tenencia, ... De esta forma la gran meta vital consiste más en producir, ganar o incluso comprar instantes que en construir decorados que puedan asegurar un bello existir. Carpe diem, vive el momento, el gran lema del siglo XXI. Existe un cuento que refleja muy bien esa percepción, aquel del cementerio donde por lo que se lee en todas las lápidas parece que sólo hayan enterrado a niños: 7 años y 3 meses, 2 años y 4 meses, ... Luego resulta que únicamente inscribieron la suma de tiempos, los de aquellos momentos puntuales en los que el hombre o la mujer fueron felices.
Pura farsa, una gran mentira más que invita a, ¿a qué? Al consumismo... La alegría sí es un sentimiento, pero la felicidad puede ser y es un estado anímico, un estado que, aunque pueda truncarse puntualmente por hechos trágicos, puede realmente envolver una vida.
Dicho eso, debe venir la gran pregunta: ¿Y cómo se accede a este estado? Los caminos pueden ser muy diferentes, pero sin excepción deben conducir a algo muy simple y a la vez muy complicado: Estar bien contigo mismo. Consigue amarte y podrás amar a aquellos que te acompañan, y podrás amar la vida. Y... Y serás feliz, estarás bien, podrás disfrutar no sólo de las grandes fiestas o momentos, podrás deleitarte con cada paso, con cada rutina, con cada tarea o incluso con cada obligación.
¿Cómo sabrás que llegaste? Es fácil. ¿Recuerdas los espejos del Templo de Goig? Sabrás que llegaste cuando puedas mirarte en el espejo, fijamente a los ojos, y el espejo no se “rompa”, más al contrario, se decore con una amplia y segura sonrisa.
A Teresa se le rompió el reflejo... Antes de marchar volverá y podrá por fin mirarse, verse, reconocerse con agrado... Con sus primeros días en Goig estuvo poniendo el marco, con sus vivencias en la Posada del Amor selló un dilatado y transparente cristal, aquel que si nunca llegáis a conocerla, ahora o de aquí veinte años, veréis reflejado en sus ojos. ¿Reposa allí la felicidad? Desde luego.
Durante el tercer día Teresa y Raimon estaban sentados en la arena de la playa, al atardecer. Llevaban mucho rato hablando pero ahora permanecían en silencio, disfrutando de esa fascinadora puesta de sol que comenzaba a bosquejarse. Teresa miraba hacia el horizonte pero Raimon no dejaba de observarla. Al poco tiempo, dándose cuenta de que no dejaba de ser el objeto de contemplación, ella preguntó:

- ¿Me miras a mí? ¿No es acaso más hermoso aquello que en el cielo está proyectándose?
- El cielo está precioso, pero mi cielo me cautiva...
- Tonto, te quiero – respondió Teresa, mientras con los labios disparaba un beso.
- ¿Sabes? Desde ayer, al mirarte tengo una sensación muy rara, pero mágica... Es... Es como si tus ojos, al mirarme, me sonrieran.

Teresa se desplazó lo justo para poder abrazar a Raimon y, emocionada, le susurró al oído:

- ¿Sabes que esa sensación fue lo primero que al verte, en la playa, me produjiste? Y ese fue el motivo por el cual te escogí sin dudar como guía.
- No sabía. Uf, que hermosa coincidencia, ¿verdad?
- Sublime. Que percibas eso en mí me ha emocionado. Es como si de repente me hubieras certificado que ya estoy a tu altura.
- Siempre estuviste a la altura. Simplemente necesitabas abrir las alas para poder volar conmigo.
- Te adoro, te adoro... ¿Has visto que bella puesta?

Se podría escribir un libro sólo para contar la excelsa estancia de Teresa y Raimon en la Posada del Amor. Y sería notable, seguro. Pero voy a reservaros para concluir un próximo capítulo con la transcripción de una conversación que tuvo lugar la última noche. Luego habrá que partir. El futuro nunca puede esperar.
Amar, dormir, comer, jugar, hablar, callar, sentir, vivir, reír... ¿Se puede regrabar una vida en 5 días? Seguro que sí. Raimon y Teresa lo hicieron, ataron tan fuerte el lazo afectivo que iba a ser muy difícil que nunca se rompiera.
Existe un dicho muy popular que generalmente sirve para sembrar dudas sobre el destino: “el tiempo dirá”. No lo uses con ellos, por favor te lo pido. Confía en mí y en aquello que puedo ahora mismo asegurarte: no es el tiempo quien habla, es la vida, y cuando uno relata episodios del pasado suele poder jugar con ventaja, pues al hacerlo se guarda la carta de poder escribir un destino que ya se dio. ¿Y cómo? Me limitaré a regresar al párrafo anterior para autenticar una hipótesis con la realidad: Nunca se rompió... Ese lazo acabó siendo eterno...

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